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Locales Cadereyta

Don Gabriel hacía amigos a sus clientes

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Vuela al cielo el ícono del comercio jimenense

Miguel Óscar Pérez
CADEREYTA JIMÉNEZ, N.L.-
A los 93 años, el pasado domingo 17 de febrero, voló al cielo don Gabriel Garza González, ícono del comercio jimenense y sembrador de amigos en esta su amada ciudad.
Nacido un 11 de noviembre de 1925, don Gabriel desde muy joven tuvo que dejar sus estudios para trabajar en una tienda de granos que tenía junto con sus hermanos, donde compraban y vendían maíz y frijol principalmente por la calle Hidalgo, frente a la plaza principal.
Con el pasar de los años, a los 33 de edad, en el año 1958, don Gabriel Garza se casó con su novia Laura Guerra, con quien aparte de escribir toda una historia de amor, procreó siete hijos: Laura, Gabriel, Nora, Adrián, Jorge y al final las cuatas Miriam y Mayela complementaron la familia Garza Guerra.
Para 1969, con sus ahorros, desafió lo que entonces era el centro comercial de Cadereyta y adquirió una vieja casona, con varios siglos de antigüedad en la calle Gonzalitos y Josefa Ortiz de Domínguez, donde puso su negocio de sombreros, granos, huaraches e implementos para el campo.
El lugar no era nada comercial y no le auguraban mucha venta, ya que el corazón del comercio era la plaza principal, don Gabriel
Sin embargo, a sus 43 años de edad, don Gabriel hizo de esa tienda un negocio próspero, por un factor primordial: la particular forma de tratar al cliente, al que rápidamente convertía en amigo.
Su tienda empezó a ganar popularidad debido a lo meticuloso del orden en el acomodo de la mercancía, además de involucrarse con el cliente, de quien recordaba hora y día de su última visita. Todos esos datos registrados en su prodigiosa memoria, además del trato familiar convirtieron ese negocio que está por cumplir medio siglo, en un ícono del comercio jimenense.
El negocio de don Gabriel incrementó sus ventas de sombreros y a sus clientes les daba una “asesoría de imagen” al decirles, cuál era el que más les lucía, tomando en cuenta la vestimenta, el tipo de rostro del cliente.
A sus hijos les inculcó el amor por el trabajo de una manera estricta a quienes les exigía responsabilidad y resultados. Hoy esos siete hijos son prósperos comerciantes propietarios de negocios como salones de eventos, renta de videos, fabricación y exportación de dulces, helados, snack y tiendas de ropa, gracias a aquella semilla sembrada por aquel hombre amante del trabajo y del comercio.
Hacedor de amigos, en sus funerales sus hijos constataron el gran cariño ganado por su padre en los corazones de mucha gente, que al darle el pésame, les decía una persona, que cuando no había nada de comer en su casa, llegaba don Gabriel con bolsas de mandado a socorrer a su amigo.
Otros le decían que agradecían a don Gabriel, que cuando alguien de sus conocidos estaba enfermo, encargaba su negocio e iba a visitarlos y a animarlos.
“Es muy bonito escuchar decir a la gente: -Tu papá, cuando nosotros llegamos a Cadereyta, llegamos sin nada y yo nada más escuchaba a mis padres decir que no tenían comida y como por arte de magia llegaba tu papá con frijolitos, con una tortillas, unos quesos, algún caldito y con eso íbamos librando”, relata orgulloso uno de sus hijos a quien esto escribe.
En una ocasión, se encontraba solo en su negocio y eran los tiempos difíciles cuando las calles eran dominabas por la delincuencia y llegaron unas personas de aspecto torvo y sin importarle su avanzada edad, lo golpearon y lo robaron.
Al llegar sus hijos, lo hallaron cuando se disponía a almorzar, dolidos al verlo empezaron a limpiar y a curar sus heridas, al terminar don Gabriel les dijo algo que los dejó atónitos: “Aquí no ha pasado nada” y prosiguió con sus labores.
Don Gabriel Garza González se fue a disfrutar lo sembrado a un lugar mejor, deja un gran legado familiar, educando a sus hijos a quienes convirtió en personas de bien.
Su negocio, la vieja tienda, hoy convertida en un negocio legendario protegida como monumento nacional por el INAH, se niega a cerrar las puertas a los clientes, pero más a sus muchos amigos de quien decía en los momentos difíciles: “A Dios orando y con el mazo dando”.

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