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Al amigo Nicólas
Por: David López
He aquí la despedida que nunca leerás. Dios decidió que tenías que irte, lamento mucho ya no te encuentres entre nosotros, pero pese a que embarga un gran dolor a tus familiares y amigos, tengo que darle gracias a Dios por haberme permitido conocer a alguien tan especial como tú.
Es hora de escapar. Momento de decir hasta más tarde pero sin decir adiós para siempre. Siempre estarás en mis recuerdos y algún día nos volveremos a encontrar. Gracias por hacerme pensar que los mejores amigos existieron, por hacerme creer en la amistad. Por hacerme sentir como si pudiera tener una amistad, con promesas tontas e ideales ficticios. Gracias por este breve pero entretenido tiempo, donde hasta las mentadas de madre que lanzabas resultaban sabrosas. Gracias por acompañarme en esa hermosa etapa en mi vida donde fuiste mi fiel escudero, donde nuestro ideal era derribar gigantescos molinos de viento, derrotar dragones de fuego y conquistar bellas damiselas. Sé que siempre recordaré las aventuras, viajes, llamadas, risas, tonterías, sufrimiento e insomnio compartido. Fue un gusto conocerte y compartir tantos buenos momentos a tu lado, mi estimado amigo. Hasta ahora no puedo creer que sea cierto que te hayas ido para siempre de aquí, has dejado un gran vacío que nadie podrá llenar. Ha sido un golpe muy duro para tu familia y muchos de tus amigos. Pero es hora de cerrar un ciclo. Nunca me cansaré de repetir que fuiste esencial para muchos momentos de mi vida, muchas gracias por dejarme saber lo que se siente tener un buen amigo. Siento mucha tristeza por saber que nunca más volveré a verte, mi apreciado amigo. Te agradezco por estos momentos tan lindos que pasamos y espero que una vida venidera nos volvamos a encontrar. ¡Descansa en paz!
En tu honor estimado “Escoba”:
Hay que pintar me dijo y levanté los brazos. Hay que soñar me replicó y abrí los ojos para buscar. Hay que reír me sugirió y no supe deshacerme de los recuerdos. Hay que llorar me dijo y mire la luna que escapó del sol. Hay que vivir y arranque el cielo a destajo porque no hay otro que el de tus ideales de vivir la vida. Hay que ser libre me susurraste y volví a luchar y defender mis ideales febrilmente, volví a toparme con lugares lejanos y a recoger la entereza y valentía que había dejado tirada, deje de callar y volví a levantar la voz.
(HASTA LA PRÓXIMA SDQ)