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Directo y sin tregua

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Con EPN a su lado, López Obrador insistió en que lo suyo no es la venganza, y aseguró que su Administración no perderá tiempo en persecuciones, circo o simulación. Foto: Tomás Martínez

Cd. de México (02 diciembre 2018).- Los vio, los oyó y los confrontó. Con la banda presidencial cruzada al pecho, Andrés Manuel López Obrador siguió siendo López Obrador.

En su primer mensaje a la Nación como Presidente de la República, desde la Cámara de Diputados, el tabasqueño arengó, denunció, enfrentó a sus opositores, arremetió contra el modelo económico neoliberal y repitió la mayoría de las promesas que hizo en campaña.

Dio un discurso recio y directo en la máxima tribuna de la Nación, aquella a la que acudió el 7 de abril de 2005 para ser desaforado por los mismos partidos que ahora miraban, atónitos, a un Presidente con 30 millones de votos en el bolsillo.

Cuando la bancada panista levantó cartulinas para exigir la reducción a la gasolina, el Presidente les respondió de frente y claro: “ahora resulta que quienes aprobaron el gasolinazo me piden que baje la gasolina”.

Cuando levantaron cartones exigiendo que baje el IVA en la frontera, López Obrador les recordó que, en los sexenios panistas, la deuda pública pasó de 1.7 billones de pesos al final del periodo de Vicente Fox, a 5.2 billones de pesos al final de la administración de Felipe Calderón.

“Y en esos dos sexenios fue cuando se recibió más dinero por la venta de petróleo al extranjero, y todo se derrochó o se fue por el caño de la corrupción”, recordó.

Lo mismo ocurrió cuando panistas, perredistas y tres legisladores del grupo Ahora le exigieron enjuiciar a Enrique Peña Nieto.

Con el priista a su lado, López Obrador insistió en que lo suyo no es la venganza, y aseguró que su Administración no perderá tiempo en persecuciones, circo o simulación.

El panista Gustavo Madero se levantó con una cartulina en la que se leía: “Ni perdón ni olvido, ¡Justicia!”.

El senador Emilio Álvarez Icaza avanzó hasta el pie de la tribuna con una manta en la que escribió “Juicio a Peña”, seguido del diputado ciudadano Carlos Morales, con el letrero: “No al pacto de impunidad”.

AMLO los vio, los escuchó y les respondió: “si abrimos expedientes, dejaríamos de limitarnos a buscar chivos expiatorios, como se ha hecho siempre, y tendríamos que empezar con los de mero arriba, tanto del sector público como del sector privado. No habría juzgados ni cárceles suficientes y, lo más delicado, meteríamos al País en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación”.

Como estatua, Peña Nieto sólo escuchaba, pero cuando parecía respirar con alivio López Obrador aclaró que, en última instancia, será el pueblo el que decida, pues también eso -la investigación a los ex Presidentes- será sometido a consulta.

‘Situación vergonzosa’
Fue una larga mañana para el ex Presidente Peña Nieto, quien tuvo que escuchar el discurso de AMLO, de una hora 18 minutos, sentado a tres metros de la máxima tribuna, esa en la que ningún Presidente había podido dirigir un mensaje desde 2005, en el penúltimo informe de Vicente Fox.

Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la Cámara, separaba a Peña de López Obrador, quien arremetió sin clemencia contra su Gobierno.

Ya sin la Banda presidencial, el priista escuchó cómo AMLO recitaba cifras y argumentos sobre el desastre que le entregan: crisis en seguridad y violencia, corrupción rampante, una reforma energética que fracasó, una reforma educativa que se va a echar para atrás en los próximos meses, saqueos y abusos, servicios de salud colapsados, millones de ninis…
“La vergonzosa situación en la que nos encontramos”, resumió el tabasqueño.

Y Peña sólo movía la cabeza, se llevaba la mano a la frente, se secaba el sudor, miraba a un punto fijo en la nada y, muy de vez en cuando, brindaba unos cuantos aplausos, muy pocos, ante lo que escuchaba. Como cuando AMLO resumió en una frase su misión de los próximos años: “acabar con la corrupción y la impunidad”.

Al Presidente saliente también le tocó escuchar cómo AMLO anunciaba que el lunes será vendido el avión presidencial TP-01, comprado por Calderón, pero sólo utilizado por él en este sexenio.

El priista aplaudió cuando el Presidente hizo una larga defensa del Ejército, pero se quedó estático cuando el tabasqueño anunció a los diputados y senadores que, desde ese momento, la residencia oficial de Los Pinos ya se encontraba abierta al público.

En su primer mensaje presidencial, López Obrador aprovechó también para explicar su plan de seguridad y argumentar que la Guardia Nacional, bajo mando militar, es una medida necesaria.

En su defensa a las Fuerzas Armadas, aseguró que son un ejército revolucionario, emanado del pueblo, y que nunca ha caído en la tentación del golpe militar.

En las curules, panistas, perredistas, legisladores de MC y de Ahora se agitaban; levantaban la voz, se levantaban y se volvían a sentar. La diputada ciudadana Lucía Riojas hacía muecas y levantaba una cartulina sobre su cabeza: “No a la militarización”.

AMLO los volteaba a ver, los dejaba gritar, los escuchaba, y les respondía.

Cuando las bancadas sentadas a su derecha hicieron un pase de lista por los normalistas de Ayotzinapa, contando del 1 al 43, López Obrador los enfrió anunciando la comisión que investigará el caso desde el primer día de su Gobierno.

No dio tregua el nuevo Presidente a sus opositores, los mismos a quienes combatió en los últimos 18 años. Los llamó conservadores e hipócritas, y acusó al modelo neoliberal de todos los males de México: pobreza, corrupción, violencia e inseguridad.

No era necesario, pero la bancada de Morena -mayoritaria en ambas Cámaras- también hacía lo suyo. Frente a los gritos de la derecha, los lopezobradoristas aplaudían, sacaban pañuelos blancos y colocaban una manta a los pies de la tribuna: “AMLO, Presidente de la Cuarta Transformación”.

Y, en medio de aquel intercambio de protestas y porras, Peña Nieto sólo miraba, y Muñoz Ledo asentía frente a lo que pensó que nunca iba a ver: la culminación de la lucha de la izquierda mexicana y del movimiento iniciado en 1988.
‘No tengo derecho a fallar’
Más de una hora después de iniciar su discurso, López Obrador prometió que no se va a reelegir, pero anunció que al tercer año se someterá a una consulta de revocación de mandato, ante lo cual los panistas volvieron a la protesta, esta vez con cartones en los que se leía: “Democracia sí, autoritarismo no”.

Casi al final de su discurso, saludó a los Mandatarios y representantes de países que acudieron a presenciar la toma de posesión. Entre otros, a Lenin Moreno, Evo Morales, el Rey Felipe VI de España, Michael Pence, Ivanka Trump y Nicolás Maduro.

Cuando mencionó al venezolano, surgió el grito de “dictador, dictador” desde la bancada panista, que desde el inicio de la sesión había colgado una manta azul con el retrato del sucesor de Hugo Chávez y la consigna: “Maduro, no eres bienvenido”.

El venezolano ni estaba en el recinto, y el episodio no duró más de un minuto, pues el Presidente siguió leyendo e improvisando.

Casi al final de su discurso, el tabasqueño contó que en la mañana, camino de su casa al Congreso, un joven en bicicleta lo alcanzó, se acercó a su auto y le dijo: “en ti confiamos, no tienes derecho a fallarnos”.

Con esa frase, López Obrador marcó el final de su discurso y el inicio de su sexenio, el del cambio de régimen.

Doce años después de intentarlo por primera vez, López Obrador dijo, desde la máxima tribuna de la Nación, lo que aquel joven le pidió sobre una avenida de la Ciudad de México: “No tengo derecho a fallar”.

Fuente: El Norte

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