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El Señor de las Sillas
Por: Dr. José Ascención Tijerina Flores
Don Honorio Sada García nació en Cadereyta Jiménez Nuevo León a finales del siglo ante pasado, se trasladó a Monterrey y estableció un modesto negocio de carpintería cercano a lo que hoy es el gran Hotel Ancira. Nunca imaginó Don Honorio que con el tiempo aquella humilde carpintería llegaría a ser un próspero negocio de renta de sillas y fabricación de muebles para banquetes.
Hombre de trabajo y gran empeño logró acreditar su carpintería haciendo muebles a la orden.
En ese tiempo, en la plaza Zaragoza se daban serenatas los jueves y domingos y los regiomontanos asistían en gran número para disfrutar aquel paseo adornado con música de buen gusto y calidad de los mejores compositores de la época.
En 1902 llegó a Monterrey un español que traía con él un buen número de sillas las cuales alquilaba a los oyentes de las serenatas en la mencionada plaza. Aquel español pidió permiso a Don Honorio para guardar sus sillas en la carpintería aprovechando la cercanía con la plaza, pero poco tiempo después aquel español se vio en la necesidad de regresar a su patria, así que le vendió aquellos muebles a Don Honorio quien a su vez siguió rentando las sillas para los días de serenata.
Don Honorio siguió con su carpintería y además la acrecentó como “rentador de sillas” negocio que prosperó rápidamente, por lo que adquirió un carretón para transportarlas a eventos sociales.
Poco tiempo después Don Honorio era conocido aún en las crónicas de la ciudad como “El Señor de las Sillas”.
Para entonces Don Honorio había contraído matrimonio con Doña María García Chapa en la iglesia de San Juan Bautista, pues ambos eran originarios de esta linda tierra de Cadereyta Jiménez Nuevo León.
El negocio prosperaba y Doña María resultó ser una excelente administradora por lo que trasladaron y ampliaron su domicilio a la calle Cuauhtémoc donde Don Honorio continuó fabricando mesas con tablones, mientras Doña María elaboraba manteles y cortinas, además rentaban también loza y cuchillería, por lo que pronto se volvieron indispensables para todo tipo de eventos.
Durante la gran inundación de 1909 tuvieron la desgracia de perder todas sus pertenencias, pero con gran espíritu emprendedor, para 1912 lograron recuperarse en algo y les permitió adquirir un terreno en la calle Espinoza No. 923 al poniente de la ciudad donde construyeron su casa y reinstalaron su negocio.
En 1938 Don Honorio y Doña María se asociaron con su hija Lidia y su esposo Pedro García Quintanilla llamando a esa empresa “Honorio Sada, sucesores”. Esta sociedad duró hasta 1945 separándose Doña Lidia y Don Pedro para fundar su propio negocio en el edificio Versalles, el cual alquilaban para banquetes y diversos eventos.
Aun cuando Don Honorio y Doña María ya se sentían cansados, ambos trabajaron hasta los últimos días de sus vidas. Don Honorio falleció en 1955 y Doña María diez años después.
Sus hijos: Ninfa, Lidia, Dora y Valdemar Sada García continuaron con el ejemplo de sus padres y de aquel primer negocio derivaron: Agencia Sada, S.A. en 1994 y en 1995 se cambió la razón social a Honorio Sada, S.A. de C.V. que aun en la actualidad da servicios a cientos de regiomontanos que requieren atención para todo tipo de eventos. (Tomado de un reportaje de Don Valdemar en 1995).
Este sencillo relato nos mueve a reflexionar acerca del espíritu de superación, disciplina, dedicación y honestidad de dos jimenenses que cumplieron con la principal función del ser humano: servir a su comunidad y dar buen ejemplo a sus descendientes y compatriotas. Bien por “El Señor de las Sillas”.
Gracias