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¡Sí se pudo…!

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Cd. de México (02 diciembre 2018).- Él todo lo puede. Andrés Manuel López Obrador hace llorar a jóvenes y a ancianos que suspiran y dicen: por fin, después de tantos años.

Rechazar una corona color oro y arrodillarse ante quien se arrodilla ante él. Leer dos horas de promesas. Decretar el final de la era de la terracería e inaugurar la etapa del concreto en las carreteras. Garantizar hasta la purificación de la vida pública y la libertad de conciencia. Dictar el fin de la impunidad y, al mismo tiempo, garantizar la impunidad a quien acusó de corrupto.

Es Andrés Manuel López Obrador, pero es la primera vez en la historia que unas 100 mil personas lo miran en el Zócalo envuelto en la banda presidencial.

Ya es Presidente, pero sigue en campaña. Promete también seguirlo haciendo: cada año, cada día de su Informe volverá aquí, a la plaza, con sus seguidores, a dar otro informe. Y la gente, esta tarde como otros días, lo celebra, porque lo han seguido 6, 12, 13, hasta por 30 años.

“Este día es histórico, fue el logro de 13 años”, dice el ex policía Fernando González, en silla de ruedas, llorando porque recuerda que en 2006 participó en la Convención Nacional Democrática que lo declaró “Presidente Legítimo de México”.

Ahí está también el periodista de Tabasco Daniel Castro que, desde 1988, cuando su paisano aspiraba a ser Gobernador, ha cubierto todas sus campañas. “Hace treinta años íbamos a mítines y apenas juntaba a 15 gentes, para mí es como un cierre de ciclo”.

En el templete, la actriz y senadora de Morena Jesusa Rodríguez había terminado sus arengas: “México será la punta de lanza para erradicar el neoliberalismo de todo el mundo”. Sus amenazas: “Ya no queremos a esas trasnacionales que envenenan y hacen adictos a nuestros hijos, que se cierren los supermercados”.

López Obrador sale de Palacio Nacional con la banda presidencial y lo recibe la multitud de más de 100 mil personas gritándole “¡Presidente! ¡Presidente!” y “¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!”.

Cruza hacia el escenario en medio de saludos y abrazos, como si fuera otro mitin, el 2 mil 459 de quien presume haber visitado todos los municipios de México. En medio del fervor, un hombre intenta ponerle una corona color oro.

El señor Carlos Álvarez, vigilante del Instituto Cumbres de Las Lomas, se limpia las lágrimas.

“Ahora sí, va a comenzar a cerrarle la boca a todos”.

La profesora María Elena de la Fuente, que todavía le daba la bienvenida a Nicolás Maduro, cesa sus gritos: “¡Maduro, Maduro, a los yanquis dales duro!”. La venezolana Isabel Juvenal, exiliada en México desde que, dijo, Venezuela se quedó sin comida, deja de defenderse de los simpatizantes de López Obrador, que la acusan de “yanquista”.

López Obrador llegó al escenario para recibir el bastón de mando indígena en medio de una ceremonia de conchas, tambores y chirimías. Silencio en el Zócalo: La Cuarta Transformación de México ahora sí inicia, aunque todo se prolonga.

La limpia indígena se hace con ramas, copal y un sahumerio. El maestro de la ceremonia pone al público a saludar a todos los puntos cardinales. Un hombre que le iba a entregar un crucifijo se le arrodilla a López Obrador que, sabedor de los símbolos, se arrodilla también. El público aplaude.

“Ahora sí tenemos Presidente y no basuras”, es el grito.

Le siguen dos horas de promesas. De las 17:20 a 19:17 horas.

López Obrador lee sus 100 compromisos. López Obrador promete todo. Parece un mitin de campaña, aunque ya no dice eso de que “quieran o no quieran, la mafia va pa’ fuera”. Tampoco eso de retirar al Ejército de las calles.

No habrá impunidad, asegura. Aunque en la Cámara de Diputados, al lado de Enrique Peña Nieto, confirmó la amnistía para los pasados regímenes.

Anochece y parece 15 de septiembre en el Zócalo. López Obrador parece haber mudado el tiempo.

“Sin ustedes no valgo nada o casi nada; sin ustedes, los conservadores me avasallarían fácilmente”. El público lo aclama. “¡Presidente! ¡Presidente!”, le gritan.

Fuente: El Norte

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