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Usted tiene… La Última Palabra

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Por: Ing. Jesús Herrera Rábago

Enjaulados
Una de las cosas más tristes de la historia de la humanidad es cuando se castiga injustamente a personas inocentes, pero cuando los castigados son niños, eso se torna más cruel y doblemente injusto.
La situación provocada por la normativa de separar a los familiares extranjeros que tratan de ingresar clandestinamente a los Estados Unidos de América ha sido la nota triste de estos últimos días.
Aunque esta medida fue implementada desde octubre de 2017, el 7 de mayo se anunció la política de “tolerancia cero”, según la cual toda persona que ingrese clandestinamente será detenida y deberá enfrentar cargos criminales. En caso que sean familias los niños son separados de los padres.
Según cifras oficiales, entre el 5 de mayo y el 9 de junio, 2,342 niños y jóvenes han sido separados de sus padres y enviados a un centro de detención de la patrulla fronteriza. Donde son retenidos en espacios cercados por vallas metálicas, en las que permanecen vilmente “enjaulados”.
El llanto de los niños, lleno de angustia y dolor es desgarrador, cualquiera que ha visto llorar a un niño porque se le desaparece momentáneamente sus papás, sabe del susto y sufrimiento que viven, incluso, aunque aparezcan los papás siguen llorando. Imaginémonos ahora la escena cuando ven que policías se los llevan y a ellos los encierran en una jaula.
Es inconcebible la estupidez del Presidente Trump y el grado de mezquindad con la que se maneja, pues no se vale hacer esto para presionar a los migrantes para que acepten la deportación exprés. Como tampoco es aceptable, bajo ninguna circunstancia, que con esto trate de presionar al Congreso para construir el muro.
Como nación tienen todo el derecho de defender y cuidar sus fronteras, pero no pueden pisotear la dignidad humana de esa forma. Nunca se podrá rebajar al nivel de animales “enjaulados” a una persona, menos a un niño inocente.
Ojalá así como son los norteamericanos tan escrupulosos para exigir la reparación de daños, ahora se unieran para pagar los daños psicológicos, y quizá irreversibles, que este patán les ha causado a estos menores. Pues aunque ya revirtió el decreto por la presión internacional, el daño ya estaba hecho.
Así las cosas, como dice el refrán mexicano: “no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”, por ello los responsables últimos de esta situación son los millones de norteamericanos que “estúpidamente” votaron por este tipejo.
Esta es mi opinión, usted tiene La Última Palabra.

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